jueves, 4 de julio de 2013

Nido de arpías


El pelo revoloteaba furioso alrededor de su cabeza,
se enroscaba en su cuello cual soga.

Entre las manos, un pajarillo dormido
tembloroso, caliente, suave.

Sus manos lo sostenían con dedos redondeados,
gesto de niña,
y la mirada fija,
a pesar del vendaval.



El pajarillo despertó parpadeante, gordito, con telarañas en el pecho.
La muchacha no osaba decir palabra
el pajarillo no osaba entonar gorjeo.

Hasta que la muchacha, llenos los ojos de lágrimas
y con labios temblorosos susurró:

_ Es que a ti y a mí nos han enseñado a pensar que no comprendemos.

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