martes, 30 de agosto de 2011

Agosto



La destrucción sin huella humana se me empieza a antojar utopía.
Y vuelve mi raya en medio,
y de fondo estalla esta tos que viene de súbito y parece no acabar nunca,
que flemática me ahoga en la oscuridad.
Y volverán a abrírseme las manos,
síntoma de trementina al viento.
Ya llegó hace un par de semanas con su luz de cristalera ahumada
respiración entrecortada, cosquilleos en la tráquea
no los oigo, están blindados, al sonido, al contacto,
al olor pegado a las sábanas
que se me pegan a mí de madrugada,
agostadas.

domingo, 7 de agosto de 2011

Slow hands



Pendiendo de un hilo, lejos de ese lugar al que llaman infinito
clavaba contradicciones en las rendijas de la madera podrida
pensaba construir con ello una balsa y meter allí a todo aquel que gustase de dar un paseo a la deriva,
la rendija por la que observaba el mundo comenzaba a ser cenital
un cogote, dos cogotes, un escote bien llevado...
Así ganaba en escorzo, así perdía en áurea proporción, así se deshacía de la terrible sensación
de vivir agarrado por la cara oculta del ombligo.
Un cóctel seco tras otro, no hacían más que apagar su humor,
el vítreo, no el otro.
Cargado de ese otro, buen humor y sonrisa algo pétrea,
se despidió temporalmente del mundo con las manos bajo la cabeza.

Accidente



Perpleja, mojada, perpleja
Bajo la lluvia torrencial que llevaba milenios anunciándose con rebaños desbocados de nubes enfurecidas
Adherida al inmenso charco que antes fue suelo, antes fue opaco, ahora era espejo.
Lugar para la perspectiva que tan amenazada se encontraba por el caos reinante en sus tímpanos artísticamente perforados.
Las palabras se amontonaban sobre su lengua, sin dejar salir antes de entrar, cediéndole así el paso al silencio.
Recortó con sus pupilas retazos de lo que ya no era, exhalaba olor a resaca, pero su resaca olía a roscón de reyes.
Vencida bajo la ofensiva de la precipitación, se sentó en ese espejo que antes fue suelo y se lamió las patas delanteras, se estremeció dos veces, y maulló.