jueves, 24 de mayo de 2012

Procrastinación


Era bonito, era jodidamente bonito.
Era un contínuo empujar hacia el abismo. Hacia la caída libre.
El pelo revoloteando sin llegar a azotar mejillas encendidas y amenazando pegarse a frentes sudorosas. Era sacar la cabeza del agua para respirar y no poder. Como sacar la cabeza por la ventanilla de un coche en velocidad. Boquear como un pez en la red, dando coletazos más bien inútiles.

Era duro, era jodidamente duro.
Mirar al techo en la oscuridad embriagado de soma. Decir ya es hora de levantarse y de volver a ello, a lo que sea.

sábado, 5 de mayo de 2012

Ibuprofeno 600



Nancy Fawles yacía boca arriba en su habitación. Líneas discontinuas aparecían y desaparecían sobre su techo. Había dedicado el día a descorchar botellas sin beberlas. Aún no le gustaba el amargo sabor de la adultez. Y no tenía prisa por apreciarlo. ¿O sí?

Candy Fawles había hecho prosperar tanto ingresos como fuentes, modos. Vendía amaneceres fantásticos a precios que volaban lejos de la humillación. Nanas que llevaban a un sueño profundo que rozaba la muerte, a precios que flotaban por encima del bien y del mal. A pesar de la velocidad que proporcionaban los cables, ella prefería utilizar los dedos. Mojar y arrastrar. Que cada gesto equivaliese a dar un paso en el camino deshecho. Que cada dígito fuese una caricia o un socavón, y no una mera prueba del crimen aún sin cometer.

Ambas se encontraban unidas esa noche por un fuerte dolor de cabeza. Una fotofobia aguda que no curaría hasta la noche siguiente. Nancy Fawles tenía migrañas. Candy Fawles resaca.