viernes, 15 de junio de 2012

Habla



Se secó el pozo y no carga la adrenalina.
Por no quedar no queda ni insomnio, y el aire se vuelve áspero.
Los pies se deslizan entre aspersores mal colocados.
La hiedra se engancha en tobillos, muñecas, pestañas.
Pestañas de acero contra el sol cabrón de la media tarde estival.
Hundir la cabeza en la almohada, y dejar de respirar.
Contraluz, sangre, vuelta a lo primigenio.
Barajar la posibilidad de barrer callejones estrechos y volver cada noche a la cueva a morir de un ataque de onanismo desenfrenado.
Quedarse dormido, sentir el pánico y el gusto de no poder moverse, y autozarandearse... y gritarse el nombre de uno mismo en el oído.
Estúpido todo, y toda la llana estupidez.

viernes, 8 de junio de 2012

Chicle de fresa


Ver alejarse la consciencia de uno mismo mientras se llega a la conclusión de que el hombre (como especie) perdió el alma cuando las palabras dinero y ropa se volvieron no contables.
Despertar en medio de la niebla y darse cuenta de que uno no llega. Volver a intentar dormir al darse cuenta de que no sabe a dónde.
Todo se tiñe de fetidez y los dedos de los pies agarran desesperados el borde del abismo.
Sabiéndose curado, uno sigue sintiendo dolor.
Posición fetal deconstruída, ronquidos ajenos que se vuelven más ajenos si cabe en el sueño. Que se unen al chirrido nocturno que culmina la cadena de importunios.

Despertar.
Son las 9.
Mierda.
He calculado mal.