miércoles, 12 de octubre de 2011

Distopía de la alta cultura



Por un puñado de erudición se alquilaban cuerpos día y noche. Por un puñado de erudición se desataban las guerras. Por un puñado de erudición se mataba y se moría.

Cuatro años dedicados a atesorar dinero para acabar recibiendo tres novelas rosas al mes a cambio de cuarenta horas de trabajo semanales. ¿Y los años anteriores? Acumulando cobre, monedas mal acuñadas y algún que otro billete de poco valor con anotaciones a bolígrafo y mil y una sustancias conviviendo entre sus dobleces de fibrilla de algodón. Alguna vez, cuando la posibilidad le permitía arremolinar suficientes de esos, rascando con ímpetu, podía llegar hasta a hacerse una raya.

El sueño inquieto del que dormía bajo el puente se debatía entre salir a pedir alguna revista del corazón para pagarse aquello que le quitaría el hambre y otras ansias por unas horas; o guardárselas para intentar rehacer su vida sobre el puente, o mejor, lejos de él. Al final llegaba la pesadilla recordándole que probablemente sólo conseguiría algún panfleto de propaganda arrugado, y daría gracias por que no fuera de alguna secta de desnortados sin fronteras.

El padre de familia de clase media aspiraba a algún día, nadar entre enciclopedias actualizadas, deleitarse con óperas trasnochadas y, por qué no, cumplir sus fantasías sexuales con alguna fémina jóven con doctorado. No quería esto decir que se olvidase de su familia, para ellos quería lo mejor. Que su mujer tenga los clásicos y sus correspondientes comentarios por expertos a su plena disposición para que nunca le falte tema de conversación en el café más moderno de la ciudad. Que sus retoños acumulen a ser posible billetes de más de cincuenta euros para tener ese futuro, tan incierto de un tiempo a esta parte, asegurado. Así se garantizarán, al menos, no tener que conocer la miseria del best-seller, por no hablar de los divulgadores científicos y los tertulianos de la televisión.

Y en la cúspide del intelecto, en la cresta de una ola que parecía no romper nunca, se hallaban esos pocos cerebros andantes. Desayunaban física cuántica aderezada con alguna cuestión metafísica desnatada. Conociendo como conocen, la situación del resto de la humanidad, reflexionan impasibles en sus ilustrados palacios. De vez en cuando, sedan su conciencia lanzando al aire arte conceptual. Lamentan después la mala gestión de estas amables donaciones preguntándose inútilmente qué es lo que falla dentro del mecanismo... Minucias, si esta cuestión les quitara el sueño, siempre recurrirían a un confortable problema de genética molecular antes de ir a dormir.

1 comentario:

  1. Genial , senzillamente brillante.

    P-d hayun librbo de jack london " eltaloón de hierro " considerada laprimera novela sobre distopia.
    Esta se podria muy bien llamar " eltalón del saber".
    Sorprendido muy gratamente , gracias y enhorabuena.

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