domingo, 7 de agosto de 2011

Slow hands



Pendiendo de un hilo, lejos de ese lugar al que llaman infinito
clavaba contradicciones en las rendijas de la madera podrida
pensaba construir con ello una balsa y meter allí a todo aquel que gustase de dar un paseo a la deriva,
la rendija por la que observaba el mundo comenzaba a ser cenital
un cogote, dos cogotes, un escote bien llevado...
Así ganaba en escorzo, así perdía en áurea proporción, así se deshacía de la terrible sensación
de vivir agarrado por la cara oculta del ombligo.
Un cóctel seco tras otro, no hacían más que apagar su humor,
el vítreo, no el otro.
Cargado de ese otro, buen humor y sonrisa algo pétrea,
se despidió temporalmente del mundo con las manos bajo la cabeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario