escuchando la insistente llamada de la lluvia en su ventana.
En su lecho de muerte encontré una hoja seca,
sobre su cuerpo brillaba el sol.
La autopsia me contó que detestaba los colores pardos
y que su padre pintaba feo.
Le gustaban los muchachos sonrientes,
beber sin control y a deshora,
robar los testimonios enredados en el manicomio
y sacar a pasear su fingida ignorancia al sol.
Creo que he vuelto
ResponderEliminary veo que echaba de menos leer tu blog :)
La calma es como una herida abierta;húmeda,persistente,dolorosa e inevitable.
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