lunes, 30 de noviembre de 2009

Escritura automática



Como el sudor sobre tus poros,
como el salpicado sobre los cristales de la estación, donde no tengo más remedio que frontalizar las dimensiones con las que cuento
Una, dos, tres, cuatro...
La quinta es intermitente, aparece y se desvanece
Y no me deja dormir

Aprendo porque no tengo remedio a caminar por una partida de hachís
Y revuelvo en mi estómago y en mis adentros, lo que no supe ver venir

Que asco! Que hospicio! Que sentido de deber ahorcar!
Muerto, querido, y sin poder hablar jamás, me lleves a ese lugar en el que todo lo prometido se hace vislumbrar

Que huele a escombro, a derretido, y a ganas de saber hablar
Falla en tí el tiro que vuela más allá de tu yugular y te traiciona

Cómo dices?

Cubierto de chocolate...

Mientes, estridente. Antes el cielo era más azul.

Recuerdo sus ventanas y la industria de mirar arriba, y mojar los labios en la oscuridad quejada y ahderida a las farolas andantes.

Me toca la guitarra y me acaricia el bajo y no entiendo de salidas que no me llevan al baño.
Rosáceo fosforito, patata embravecida

Sin temor me plancho con el polvo del atardecer que ataja la ventana y cae sin reparar en mermeladas ataviadas de destino.
Que humilde, y cuán poco sabemos aún de la distancia que me lleva hasta tu casa.

Me nubla, me nublo, corro para no perder la oportunidad y sé

Que no sé

Que esto corre más que ayer

Joder

No

Se acaba

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