martes, 13 de octubre de 2009

Qué desgracia!



Que tras una serie de confidencias susurradas bajo luz púrpura
y un sueño inquieto y revelador...
A él se le colaran gélidas palabras entre sus juguetes
y a ella se le olvidaran los motivos por los que se encontraba allí.
Que sus intentos de ahogar sus mentiras
la hundieran entre lágrimas no lloradas.
Mereció la pena hacerla temer?
Mereció la pena hacerla enloquecer?
El príncipe destronado jugaba así con la ninfa perlada de libertad bajo la piel,
y ella, olvidando sus perlas, se dejaba hacer girar en la punta de sus dedos.
Demasiados nenúfares sobre los que danzar,
secuestros con rescates que nunca se harían pagar...
Puta,
así la haría pagar.

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