sábado, 12 de marzo de 2011

A punta de pistola



Hay gente que te cuenta sus historias a punta de pistola,
porque no saben escuchar, porque sólo saben escuchar, o porque en sus casas no les hacen puto caso.
Por eso o por otras cosas, la mujer de la gabardina enganchó su paraguas en mi codo y me llevó a un callejón oscuro;
y a punta de pistola, con el cañón pertinentemente colocado en mi sien, me lo contó:

"Ayer soñé que tenía un falo gigantesco y meaba. No sé por qué no follaba, ni siquiera me hacía una triste paja..."

No sabía qué decir, ni si debía decir algo, pero esto dije:

"El "Papillon", putas a mogollón"

La mujer bajó el arma y salió corriendo, llevaba tacones rojos.

Salí del callejón e intentando orientarme me encontré con el "Papillon", llamativo neón en la puerta, misteriosa incertidumbre en su interior. Empujé la puerta con el hombro y me encontré en un cuartucho oscuro, barra a la derecha, escenario al fondo. Y allí estaba ella. Bajo un foco tenue, rodeada de un harén de polillas que la desnudaban poco a poco. Creo que cantaba, pero poco recuerdo; eso sí, llevaba tacones rojos.

Tengo el dedo en el gatillo y muy mala puntería. Tengo el dedo en el gatillo y no sé a dónde estoy apuntando.

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