ese lugar que todos fingimos no saber dónde está aunque lo sepamos.
El medio de la cama, ese lugar al que sólo se llega cuando hay una persona de más y sin pijama.
Somos el anciano que no
Somos el niño que no
Somos los fantasmas que vivís en mi retina y que susurran goteras a las dos de la mañana.
Todo era un incendio de dimensiones inimaginables,
el cadáver de la cerilla
la cabeza reventada.
Y el baile de sombras trémulas que nos iluminaba.
Como en un aquelarre
emprendan el vuelo y huyan
huyan prestas que las van a quemar.