martes, 20 de septiembre de 2011

El sentido de la vista



Son las 4 de la mañana y huele a podredumbre de fondo de cubo. A orín oxidado, a callejón deflorado, a extensión de conversación mohosa ya. Gotea la bolsa y se desintegra despacio la carne, desprende calor y no llega a caerse, nunca. Se funde con el suelo cuando lo toca, y ya no es lo que solía ser. Se banaliza a sí misma y... se pierde.

Son las 10 de la mañana y huele a canela en té, en rama, en polvo. Polvo espolvoreado en galleta, en galleta cuadrada, rectangular, cuadrilátera sin lugar a dudas. Niebla en el pecho y respiración profunda, diafragma a punto, no de estallar, sino de despertar. De salir de un letargo de horas que parecieron años.

Son las seis de la tarde y huele a chuche. A golosina si lo prefieres, a fruta del bosque en definitiva. Que no llega a refrescar porque se enreda, como el pelo entre los dedos, no hablo ya de entre las púas. La golosina camina en una rima infantil, como en la cuerda floja, en equilibrio, en alivio, en tensión. Se relame los labios con saña y suspira.


miércoles, 14 de septiembre de 2011

Intransitable



Patronizados bajo las estrellas, cargados de salud mental, nos llevamos arrastrando al abismo,
se nos saltan las lágrimas mientras descorchamos las costras que no nos dejarán curar
jamás, ladraremos al unísono y nos perderemos intentando descifrar de qué color es el mundo


Faltan doce días para llegar al final del camino polvoriento
donde me descalzaré y correré a sotavento,
aplaudiré a la nada y reiré la risa de las hienas desbocadas.


Aquí sólo tienen prisa los que quieren llegar a algún lado,
los que hace tiempo que no llevan las córneas empañadas de sudor,
entre tanto y entre tan poco, el ahora sigue rodando.